lunes, 21 de junio de 2010

Para echarte de menos

No voy a esperar a tenerte lejos para echarte de menos. No aguardaré al último momento (como en los amores de verano) para darte mi beso, mi amor y mi canción. Llevo en mis suelas tus empedrados, en mis huesos tu frío, en mi sueño tus noches y en mis labios los tuyos. Me has recordado la inevitable certeza de que siempre nos estamos yendo, aunque en el fondo nunca nos vayamos del todo…
No me avergüenza confesar que te amo y que me has devuelto al amor después de un tiempo en el que anduve investigando cerros, simas, cavernas y laberintos donde la única locura era permanecer cuerdo. Me has prestado el decorado perfecto para las fantasías de un nómada naufragado a orillas de una montaña. Espero haber rayado tus retinas de la misma forma en que tu nombre marca mi ánimo. Tu nombre es mi disparate…
Todos los lugares comunes se van plegando sobre sus propias costuras hasta quedar del tamaño de un pañuelo. El mismo con el que he secado mis lágrimas y mi sudor, el mismo con el que despido a los que se van. Ese pequeño pañuelo en el que se acaba transformando el mundo y en el que tarde o temprano nos acabamos encontrando casi por casualidad. Todo es un continuo viaje, con estaciones en las que nos vamos cruzando, con compañeros que comparten, parte o todo, el trayecto. Allí amé a una mujer terrible, allí yo tuve más de cuatro cosas que siempre he deseado…

Por eso y por otros tantos sentimientos, que dejo en el tintero para no negarme el gusto de seguir teniendo cosas que contarte, no voy a esperar a tenerte lejos para echarte de menos. Siempre nos estamos yendo, aunque en el fondo nunca nos vayamos del todo…