jueves, 12 de enero de 2012

Una de zombies

No sé si queda alguien vivo al otro lado de la pantalla para leer esto. Escribo desde mi torre de cristal atrincherado. Duermo poco y siempre sueño con horribles monstruos que intentan atraparme, esos mismos monstruos de los que me escondo. No sé con certeza cuando empezó esto pero creo que siempre han estado ahí, desapercibidos pero entre nosotros, escondidos pero a la vista. Un amigo me dijo que el futuro está en los zombies. Se equivocaba. Ya están aquí. Siempre lo han estado. Los veo por todas partes, caminando en rebaño, siguiéndose unos a otros compulsivamente. Como un perro sigue a su cola, sin un destino. En rebaños enormes, inmensos. Los siento inmóviles frente a la pantalla, consumiendo carroña televisiva o hipnotizados por el cine en descomposición de vampiros de swarovski y hombres lobo con el ojete depilado y en cuerpo untado en aceite. Nunca están saciados. Arrasan con todo hasta que ya no queda nada. Están vivos pero no lo saben. Odian su vida y por eso destruyen todo lo vivo y bueno. Pronto, todo estará cubierto del gris cemento que porta su furia. Se saben vacíos e intentan acallar el eco que esto conlleva con objetos tan fríos e inanimados como ellos. Dentro de poco no quedará dónde esconderse. El mundo tiene los días contados. Al parecer la única solución posible es… desenchufar la clavija.
FIN DE LA TRANSMISIÓN