sábado, 21 de agosto de 2010

Saudade

Será porque no llegamos a despedirnos, porque todavía tengo cosas tuyas que devolverte, porque todavía no he asimilado el hecho de que esta vuelta puede resultar más definitiva que transitoria. Será que quiero imaginarme que vives a dos calles, solo que no nos hemos cruzado o que no tenemos tiempo para quedar. También puede ser que me niego rotundamente a aceptar la distancia, la lejanía no entiende de sistemas métricos. Cabe la posibilidad de que otro motivo sea que te sigo buscando en la espuma de otras rubias y, cada vez que las beso, brindo por ti, por nosotros. Es muy probable que también sea la masoquista necesidad de tus ligazones, tus palabras severas hacia mis infantilidades y mi cinismo. Ojalá supiera si es porque te necesito más de lo que mi amor propio consiente o más de lo que mi salud resiste.
Lo único que sé es que, de noche, las calles se me hacen inmensas, descampadas, desorientadas… que las cervezas no saben igual, no sé bien si por la diferencia de altitud o por la compañía. Que me siento huraño, marginal, exiliado, maldito. Lo único que sé es que esta saudade ha arraigado bien profundo, adentro, envenenando mi sangre, volviéndola más angustiada que un bolero, más despechada que un tango, más nostálgica que un fado. Lo único que sé, después de todo, es que todavía no tengo los cojones necesarios para decir: “te echo de menos”.

lunes, 2 de agosto de 2010

Ciudades

El corazón de un hombre (entiéndase por “ser humano”) es una ciudad en miniatura en donde convive el tiempo de su existencia.

En la parte más antigua, los ghettos del pasado, sobreviven los fantasmas de lo que fue. Espectros que apuñalaron nuestra inocencia, delincuentes que robaron nuestros amores. Los destellos helados que nos abrieron las heridas más profundas y el hilo negro con el cual las habíamos intentado remendar, con mayor o menor fortuna. Es la parte más convulsa de la urbe, con callejuelas tortuosas, algunas casi desdibujadas por el paso del tiempo, arrabales de los sentimientos más crudos y callejones sin salida. Inevitablemente también habitan allí los recuerdos más tiernos y añorados, la infancia de nuestro presente.

En el ensanche del presente reside la clase acomodada de nuestro ahora. Son los que consiguieron salir adelante desde los orígenes humildes del barrio del pasado. Es una zona inestable donde las personas arriban y parten al centro histórico. Aquí casi todos viven de alquiler inmersos en su momento más reciente, marcados sin remedio por su origen que condiciona cada paso que dan. Unos sueñan con volver y otros con mudarse a la parte rica.

Como ya habréis imaginado se trata de la urbanización del futuro. Está construida a las afueras y nadie sabe quien vive allí. Dicen que es un lugar de sueños donde solo unos pocos afortunados consiguen establecerse. Muchos se dieron por vencidos y otros murieron antes de verlos realizados. Todos sin excepción tienen comprada allí una parcela urbanizable. Es un lugar casi onírico y, aunque parezca mentira, mantiene vivas las esperanzas de los que viven en las otras zonas.

El arte es la comunicación entre ellas, las arterias que recorren cada rincón, los nervios que estremecen la sensibilidad la ciudad. Si algún día vienes de turismo te enseñaré sus recovecos.