lunes, 26 de noviembre de 2012

Calle


Madre no hay más que una y a  ti te encontré en la calle.
Esa que fue mi camino y que me perdone mi madre
que me quite mi sombrero  y que te diga, amiga mía,
que si ella te trajo a mí, ¡bendita, bendita calle!

Por sus empedrados, sus esquinas plagaditas de cañones
deshojé los pétalos de las margaritas de mis amores
hasta que el cariño dijo:  “ya se te acabó lo que se daba”
y en ella me vi sin rumbo en el naufragio de esta madrugada.

Ella fue quien me cubrió del sol después de la borrachera.
En sus portales fue, donde besé las pieles
de todas esas mujeres que me entregaron su alma
rota como el laberinto de callejones distintos
que apuntaban a sus camas.

Desde todas las ventanas, desde todos los balcones
y todas las azoteas, hacia la calle miraba
con la sonrisa en los labios y de repente pensaba:
Que me perdone mi madre, pero me quito el sombrero
¡Bendita calle!

jueves, 8 de noviembre de 2012

Mujeres


Ahora mismo, justo en este lugar, en este preciso instante,
quiero alzar mi vaso y brindar por todas aquellas mujeres
que un día me jodieron la vida.

Por toda la locura que trajeron consigo
y por todas las muertes que esquivé de sus labios.

Sin ellas no habría sangrado lágrimas de hiel
y miraría a la vida con la sonrisa cándida
de aquel que ignora que cada instante es un regalo.

De ellas he aprendido a ganar de vez en cuando.
Porque a perder, no hace falta que nadie me enseñe.

Me han enseñado a tratar a las señoras como a señoras
y a las fulanas como al fuego con el que se juega
a sabiendas que acabaría quemándome.

Compadezco y envidio, desde aquí, desde mi vaso,
a todos aquellos que zafaron estas trampas.

De las mujeres buenas ya os hablaré otro día
que siempre son menos, pero de ellas
hay más que contar.

sábado, 5 de mayo de 2012

Ahora

Ahora que he comprendido que esta locura es un amor imposible. He asumido las consecuencias y en cierto modo me he acostumbrado a lidiar con este fracaso efímero, con esta victoria a medias. Ahora que le he prometido mi amor a la luna y a este oficio de artesanía anudando letras y melodías, te las ofrezco como regalo. A veces es mejor “bienregalarse” a malvenderse. Te traigo este hatillo harapiento repleto de presente. El ahora es lo único que realmente es mío y tengo para darte. El ayer ya pasó, poco o mucho aprendimos de él y el futuro nos vino a caer entre las manos hipotecado hasta la raíz del sentimiento. Algunos llegamos aquí agarrados a los maderos de un naufragio pasado para recalar en la playa de los esqueletos. Abandonemos los malos momentos, en la orilla, a merced de la olas, y que se los trague el mar. Abramos las ventanas, dejemos entrar al sol por nuestras venas, sequémonos el ánimo húmedo y helado que nos cerca. Encendamos una hoguera y tiremos en ella toda la pena que nos sobre… y la que no también.
Brindemos por que no amanezca, porque esta canción dure eternamente y consiga vencer a la muerte otra noche más.

domingo, 15 de abril de 2012

El baile

Esta noche es el baile de graduación del instituto. No le he pedido a ninguna chica que me acompañe. ¿Qué chica en su sano juicio querría ser vista en público con un bicho raro como yo ? No, esta noche es la noche de mi victoria. Mañana esta pesadilla habrá terminado. No tendré que volver a ver a todos esos miserables que me han hecho la vida imposible estos últimos años. Le demostraré al hijo de puta de John que la fuerza de una persona no está en las palizas que le das a lo más débiles sino en hacer lo correcto aunque seas tú el que salga vapuleado. La zorra de Jeena sabrá que la belleza no es el altivo e insolente estereotipo clonado hasta lo grotesco sino la singularidad única de cada persona. Al desgraciado de Marcus le enseñaría la inteligencia del saber escuchar a lo cotidiano y no el menosprecio a los coeficientes inferiores al suyo. Al señor Montgomery le explicaría que todos sus alumnos son igual de importantes y que su falta de dedicación y observación les había dado carta blanca al abuso a los chicos de la clase. Y a todos mis jodidos compañeros les recordaría que el silencio cómplice ante una situación injusta es lo mismo que ser partícipe de ella. Esta noche no iré vestido con el ridículo esmoquin hortera como todos los demás. Esta noche, todos sabrán que soy único y que eso no me hace peor que ellos. Aquí sigo, a pesar de todo he llegado al final con la cabeza bien alta, lo he conseguido. Esta noche es la noche de mi victoria.
Así decía en la nota, escrita de su puño y letra, que encontraron en el bolsillo de su chaqueta manchada de sangre. El resto ya lo sabéis por las noticias. Se presentó en el pabellón deportivo de su instituto en Illinois con la nueve milímetros semiautomática que le había robado a su padre. La sacó de la cintura del pantalón y bang, bang, bang… Cuatro muertos y once heridos acribillados a balazos. Dice el refrán, que el valiente es valiente hasta que el cobarde quiere. Su rostro no mostró ningún tipo de expresión mientras las víctimas caían inertes a pocos metros de sus pies. Luego, con la última bala, se voló la cabeza de un disparo en la sien.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Uma taça de café

Llegué cansado del viaje (8 horas entre autobús, avión y metro hacen mella en la moral del más optimista). Llovía en Marqués. Las gotas de agua saludaban a los viajeros que salían por la boca de metro con menos prisa de lo habitual. Mi mente solo podía pensar en sentarme a desayunar. Por suerte un bar cercano sonreía a tan solo unos metros. Entré dando los buenos días. Rogué por mi salud un café duplo y esperé en mi mesa pacientemente. Me lleve la taza caliente a los labios y entonces pude paladear lo que se avecinaría en los próximos días. Me asomé sin saberlo a la luz macilenta y plomiza del viejo Oporto. Al soniquete melancólico de los fados en las vetustas librerías de saldo aledañas a la plaza de los Aliados. Al aire desvencijado y musgoso de sus edificios más desafortunados (pero no menos bellos) al paso de los aguaceros. Al calor y la extremada amabilidad y civismo de sus habitantes. Las prendas colgadas al escaso sol que visitaba de vez en cuando el casco antiguo. A la rivera salpicada de barcas despeinando al Duero…
Todo parecía haberse volcado dentro de esa taza de café. Pero para enloquecer aún más a mis sentidos cada una de las que tomé después de esa recuperaba de mi memoria pasajes semienterrados en las dunas del olvido. Pude ver a mi tío moliendo los granos e infusionándolos en un viejo cacillo de lata para más tarde tamizarlos en un colador de tela. Las mañanas de instituto (cuando aún lo tomaba con leche) fumándonos las clases e intentando arreglar el mundo. Los cortados de por la mañana para poder abrir los ojos a la oscuridad aún patente antes del trabajo…

Malas (o buenas) pasadas de la memoria ante el olor rotundo y cremoso de una taza caliente de buen café.

jueves, 12 de enero de 2012

Una de zombies

No sé si queda alguien vivo al otro lado de la pantalla para leer esto. Escribo desde mi torre de cristal atrincherado. Duermo poco y siempre sueño con horribles monstruos que intentan atraparme, esos mismos monstruos de los que me escondo. No sé con certeza cuando empezó esto pero creo que siempre han estado ahí, desapercibidos pero entre nosotros, escondidos pero a la vista. Un amigo me dijo que el futuro está en los zombies. Se equivocaba. Ya están aquí. Siempre lo han estado. Los veo por todas partes, caminando en rebaño, siguiéndose unos a otros compulsivamente. Como un perro sigue a su cola, sin un destino. En rebaños enormes, inmensos. Los siento inmóviles frente a la pantalla, consumiendo carroña televisiva o hipnotizados por el cine en descomposición de vampiros de swarovski y hombres lobo con el ojete depilado y en cuerpo untado en aceite. Nunca están saciados. Arrasan con todo hasta que ya no queda nada. Están vivos pero no lo saben. Odian su vida y por eso destruyen todo lo vivo y bueno. Pronto, todo estará cubierto del gris cemento que porta su furia. Se saben vacíos e intentan acallar el eco que esto conlleva con objetos tan fríos e inanimados como ellos. Dentro de poco no quedará dónde esconderse. El mundo tiene los días contados. Al parecer la única solución posible es… desenchufar la clavija.
FIN DE LA TRANSMISIÓN