lunes, 26 de noviembre de 2012

Calle


Madre no hay más que una y a  ti te encontré en la calle.
Esa que fue mi camino y que me perdone mi madre
que me quite mi sombrero  y que te diga, amiga mía,
que si ella te trajo a mí, ¡bendita, bendita calle!

Por sus empedrados, sus esquinas plagaditas de cañones
deshojé los pétalos de las margaritas de mis amores
hasta que el cariño dijo:  “ya se te acabó lo que se daba”
y en ella me vi sin rumbo en el naufragio de esta madrugada.

Ella fue quien me cubrió del sol después de la borrachera.
En sus portales fue, donde besé las pieles
de todas esas mujeres que me entregaron su alma
rota como el laberinto de callejones distintos
que apuntaban a sus camas.

Desde todas las ventanas, desde todos los balcones
y todas las azoteas, hacia la calle miraba
con la sonrisa en los labios y de repente pensaba:
Que me perdone mi madre, pero me quito el sombrero
¡Bendita calle!

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