Crisis. La crisis económica,
la crisis de la mediana edad, la crisis de valores de la sociedad actual… La
crisis está de moda, está en boca de todos, en cada familia, en cada casa. Nos
invade, nos rodea y nos asedia. Nos abraza íntimamente y nos susurra fiel al
oído que no va a abandonarnos nunca. Entra en nuestro hogar sin llamar a la
puerta y se sienta a nuestra mesa. Se apodera del sillón y del mando de la tele
(báculo regio de cada vivienda) y nos domestica a base de ponernos de rodillas
para servirle de escabel. Se inmiscuye en nuestro sueño, cuando nos permite dormir
y nos vampiriza la ilusión cuando no. Se lleva lo mejor de algunas personas. Tan
presente la tenemos que se nos está pegando a los huesos. Poco a poco se va
filtrando hasta que nos corrompe por dentro y nos desahucia de nuestro propio
corazón hipotecado.
Pero aún estamos vivos. La
solidaridad entre los ciudadanos de a pie (que realmente son los que importan)
se ha disparado y de aquí y de allá surgen ideas, iniciativas y asociaciones
para capear el temporal de manera digna. Aunque no haya empleo queda muchísimo
trabajo por hacer. La realidad ha demostrado que, actuando de manera individual
y egoísta, la raza humana está avocada al fracaso. De todos depende el actuar
como grupo o como rebaño.
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