lunes, 2 de agosto de 2010

Ciudades

El corazón de un hombre (entiéndase por “ser humano”) es una ciudad en miniatura en donde convive el tiempo de su existencia.

En la parte más antigua, los ghettos del pasado, sobreviven los fantasmas de lo que fue. Espectros que apuñalaron nuestra inocencia, delincuentes que robaron nuestros amores. Los destellos helados que nos abrieron las heridas más profundas y el hilo negro con el cual las habíamos intentado remendar, con mayor o menor fortuna. Es la parte más convulsa de la urbe, con callejuelas tortuosas, algunas casi desdibujadas por el paso del tiempo, arrabales de los sentimientos más crudos y callejones sin salida. Inevitablemente también habitan allí los recuerdos más tiernos y añorados, la infancia de nuestro presente.

En el ensanche del presente reside la clase acomodada de nuestro ahora. Son los que consiguieron salir adelante desde los orígenes humildes del barrio del pasado. Es una zona inestable donde las personas arriban y parten al centro histórico. Aquí casi todos viven de alquiler inmersos en su momento más reciente, marcados sin remedio por su origen que condiciona cada paso que dan. Unos sueñan con volver y otros con mudarse a la parte rica.

Como ya habréis imaginado se trata de la urbanización del futuro. Está construida a las afueras y nadie sabe quien vive allí. Dicen que es un lugar de sueños donde solo unos pocos afortunados consiguen establecerse. Muchos se dieron por vencidos y otros murieron antes de verlos realizados. Todos sin excepción tienen comprada allí una parcela urbanizable. Es un lugar casi onírico y, aunque parezca mentira, mantiene vivas las esperanzas de los que viven en las otras zonas.

El arte es la comunicación entre ellas, las arterias que recorren cada rincón, los nervios que estremecen la sensibilidad la ciudad. Si algún día vienes de turismo te enseñaré sus recovecos.

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